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El precio de los bienes que no llegan

Sábado 7 de octubre de 2006 por Antonio Naval

Publicado en el Heraldo de Aragón, de Zaragoza, el 17, septiembre, 2006

El precio de los bienes que no llegan

Han pasado once años desde el decreto de traspaso de parroquias, y un año desde que la Santa Sede dio un plazo de treinta días para hacer efectiva la entrega de las obras de arte. Hay razón para el escepticismo. Esta dilación y el escepticismo son preanuncio de consecuencias, porque el asunto de los “bienes de su franja”, más exactamente, de las obras de Arte depositadas en Lérida que ya deberían estar en Barbastro-Monzón van a tener su precio.

No es fácil entender, más bien no se entiende, que el contundente aparato del Vaticano aparezca ahora como ineficaz e inoperante, hasta temer que, tal como dijo el obispo de Lérida, mientras no se pronuncie el propio Romano Pontífice en persona, va a volver a recurrir. Ante esta incomprensible reticencia se ha visto permisividad, silencio y pasividad. Permisividad porque, contrariamente a lo que parece de sentido común, no una, sino el equivalente a varias sentencias, no se han ejecutado. Silencio, porque no se han dejado oír adecuadamente las voces que debían haberse levantado, y pasividad tanto de la Administración eclesiástica de Barbastro-Monzón como de lo que compite a la Administración de España.

No es cierto que el asunto esté al margen de esta competencia cuando el Gobierno catalán ha tomado medidas que no estaban en sus atribuciones, usurpando responsabilidades del gobierno central. Por otra parte, no se sabe que los obispos españoles hayan tomado una posición frente a la falta de colaboración y entendimiento. Con respecto a los de Aragón, diez años tuvieron que pasar para que, no los obispos sino sus delegados, se hicieran una foto con el de Barbastro. Solo el último arzobispo de Zaragoza ha tenido palabras contenidamente significativas con respecto al de Lérida. Lo demás han sido tibios gestos impuestos por las circunstancias. El mayor riesgo lo tiene el principal afectado. La administración de Barbastro-Monzón, no ha sabido ni siquiera conseguir lo que en documento escrito desde hace diez años debería estar administrando, como, por ejemplo, es el patrimonio documental. Así las cosas, el asunto no acabaría con un traslado definitivo de “los bienes”, pues hay pendientes otras piezas artísticas, en parte relacionadas con Sijena, para las que, que se sepa, ha dejado pasar perjudicialmente el tiempo.

La sociedad española ha evolucionado en su peculiar forma de valorar la cuestión del patrimonio religioso administrado por la Iglesia. Una sociedad como la nuestra, que se declara aconfesional hasta el extremo de haber olvidado que su cultura es ininteligible sin tener en cuenta el componente de ascendencia cristiana, quedará indiferente ante la defensa y proclamación de determinados valores, por muy saludables que objetivamente puedan ser, no se sentirá afectada porque curas y obispos no se entiendan, o porque estos no acierten en su posicionamiento, pero, en consecuencia con su ensamblaje en el contexto de las sociedades occidentales, de nivel de opulencia destacado, y de una necesidad de poseer insaciable, no va a quedar indiferente ante la aparente minusvaloración que el clero está demostrando en el tema del patrimonio artístico religioso. Hay que recordar que hace unos cuantos años cuando uno de los partidos perfilaba su programa, entonces para el año 2000, incluía como objetivo controlar directamente el patrimonio artístico en posesión de la Iglesia, porque, para ellos, ante todo es de la sociedad, al margen de sus creencias.

He sugerido en alguna otra ocasión que se camina hacia una nueva desamortización, solapada, no violenta, pero que será de real despojo. Esto sería aplaudido por muchos cristianos que piensan que el patrimonio es superfluo para la creencia, pero, en el momento actual implica no poco de inconsciencia en otros entre los que están los obispos españoles. Estos, en cuanto estamento de poder, no pueden ejercerlo sin signos que lo acompañen y signifiquen. El patrimonio artístico siempre sirvió para ello. Al margen de lo que históricamente este patrimonio fue, las oportunidades que ofrece para llegar a una sociedad pretendidamente laica, pero de ineludible poso cultural cristiano, están desde hace años siendo descuidadas. La Iglesia jerárquica, y entre ellos los obispos que están en Aragón pagarán un precio.

Antonio NAVAL MAS, especialista en conservación del patrimonio


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