El Sitio de Antonio Naval Mas

17 de Septiembre de 1995

Sábado 19 de septiembre de 2015 por Antonio Naval

17 de Septiembre de 1995
Antonio NAVAL MAS

Publicado en Diario del Altoaragón, el 16 de septiembre de 2015

Se cumplen 20 años desde que los obispos de Barbastro, Ambrosio Echebarría y, de Lérida, Ramón Malla ante el nuncio Tagliaferri se comprometieron, como certifican los testimonios, en la sacristía de la concatedral de Monzón, a hacer realidad el traspaso de los Bienes. Poco después, y en varias ocasiones, el obispo de Lérida diría que las piezas de Barbastro estaban en su diócesis en condición de depositadas. Tal condición también la reconoció con respecto al retablo de Bebegal, en carta de contestación a don Javier Osés (1998). Después, cambió de signo su apreciación y manifestación. Aun así, clero ilerdense y nacionalistas catalanes le reprocharían lo que consideraron había sido un desliz. El pleiteo eclesiástico comenzó en 1998, y el civil en 2008.
Desde 2005 ningún obispo de Lérida podía disponer de las piezas pues estaban sub judice. El sucesor, el obispo Ciuraneta, nacionalista, jugó al doble juego de pedir ayuda a la Generalidad para blindar los Bienes y aparentar voluntad de devolverlos pidiendo también permiso a la Generalidad para entregarlos a Barbastro-Monzón, a sabiendas de que ya se lo iban a negar (marzo, 2006). Resulta increíble la cantidad de gestiones que hizo este obispo para impedirlo. El siguiente, el obispo Salinas abrió a la Generalidad los almacenes del obispado de Lérida (octubre, 2007), facilitando un éxodo que a todas luces iba a suponer una evidente dificultad para el retorno. Cuando el Vaticano le obligó a firmar un documento de devolución en 30 días (junio, 2008), lo hizo, y, aunque afirmó con reiteración que había que devolver las piezas, nunca hizo efectiva la entrega. Estos dos obispos con estas dos lamentables actuaciones hicieron una torpe y mezquina acción entregando las piezas a la administración civil, que además era la Generalidad catalana. Hay más que sospechas para deducir que al obispo Piris lo engañaron y cuando fue trasladado a Lérida, ahora hace siete años, (21, septiembre, 2008) se encontró con la realidad de la vil actuación episcopal. Sin arrestos y arredro, sus actuaciones son desconcertantes por desafortunadas, contradictorias, opuestas, y sin justificación. En posición delicada y sin talla para enfrentarse a tal situación ha estado permanentemente inmovilizado por un clero, el de Lérida, recalcitrantemente nacionalista e históricamente pendenciero, y, además, muy viejo.
Una amplia comparsa de nacionalistas catalanes han pululado en el entorno de los obispos leridanos mereciendo destacado recuerdo aquel José Casanova, otro clérigo que iba de juez eclesiástico y experto asesor, aglutinador de comparsas anti devolución , que encontró en las circunstancias una oportunidad para conseguir una sustanciosa fortunita. No fue el único que convirtió en maná los pleitos. El obispo Piris confesó a su llegada que llevaban 360.000 euros gastados en pleitear (2008).
Los obispos de Lérida han jugado torpemente a ir de buenos ante sus fieles y arrimarse a esa estirpe de políticos catalanes tan antisociales como independentistas. Es un juego burdo danzando entre no querer empeorar el muy empeorado declive de la iglesia vinculada a la comunidad catalana y no desairar a los sin ley que son buena parte de los políticos catalanes y allegados. En el trasfondo hay más que razones para sospechar que en el Vaticano han pensado desde hace años que fue un error redistribuir las diócesis sin prever las consecuencias, más tratándose de una diócesis, Babastro, que no es ni Madrid, ni Valencia y, ni siquiera, Zaragoza. En el 2003, el cardenal, arzobispo y presidente Rouco, pensó que se echaba tierra sobre el asunto si se suprimía la Diócesis de Barbastro, de mermada historia, junto con otras pequeñas diócesis españolas. El obispo Omella, que se las vio venir, se opuso. El Gobierno de Aragón con el consejero Javier Callizo se desplazo al Vaticano para impedirlo.
En el punto actual en que Roma no ha ejecutado el Decreto-Sentencia (28, abril 2007), nadie ha conseguido hundir en el olvido el asunto, ni los destinatarios se han dejado vencer por el hastío en la reivindicación. No tardaremos en comprobar con que disposición y consignas llega el nuevo obispo de Lérida, Salvador Gimenez Valls, otro valenciano. Como su predecesor Piris también salta desde Menorca a la península. No es difícil sospechar que ha caído en el mismo charco.
La realidad es que el nuevo obispo todo lo que tiene que hacer, y que era lo único que debió hacer el obispo Piris, es firmar en medio folio, esos que comienzan con un “Saluda”, una frase de tres líneas en las que diga que como obispo, y consecuentemente la diócesis de Lérida, se retira de Consorcio del Museo llamado Comarcal y Diocesano, y que, consecuentemente, retira las 112 piezas que este Consorcio reconoció como depositadas, (Estatutos del Consorcio :18-V-99: adicional, primera). Es lo que expresamente le pidieron y mandaron hacer a su predecesor desde el Vaticano (febrero, 2009), y no ha hecho. No tiene que incluir ninguna explicación, pues todo el mundo sabe que eso es lo que debió hacer Piris en su obligación de acomodar a derecho su papel episcopal y encajar dignamente en la estructura institucional eclesiástica a la que los cuatro obispos ilerdenses han hecho votos de fidelidad. Los resultados serán los mismos que amenazaban a Piris, como consecuencia del desliz de Ciuraneta y Salinas. Si se retiraba, la sublime y sin par Generalidad catalana, no le pasaría liquidez para gastos de mantenimiento.
En definitiva también el nuevo obispo va experimentar aquella realidad muy bíblica que decía “nuestro padres comieron los agraces y nosotros sufrimos la dentera”. Es ley de dinámica social que cuando uno no tiene visión y previsión de futuro, y quiere nadar y guardar la ropa, por muy asistido que diga estar, hace que los siguientes tengan que apechar con los desatinos de su corporación. Esta es la postura del más que otros desorientado clero catalán, y, particularmente del obstinado y obtuso clero leridano, consejero de uno y otro obispo, del que alguno no se cortó ante la juez num. 4 de Lérida en decir que las leyes canónicas no tenían vigor en su diócesis porque ya estaban las catalanas (mayo, 2010). Al margen de tal deslumbrante despropósito, se ha pronunciado el Supremo diciendo que de eso, nada (junio, 2015).


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