El Sitio de Antonio Naval Mas

La singular talla de san Lorenzo deformada y enmascarada

Jueves 17 de septiembre de 2015 por Antonio Naval

LA SINGULAR TALLA DE SAN LORENZO, DEFORMADA Y ENMASCARADA
Antonio NAVAL MAS
Profesor de Historia del Arte

Siempre me había llamado la atención la sonrisa del San Lorenzo que preside su capilla en la iglesia de San Lorenzo de Huesca. En su apariencia actual tiene algo de torpe realización. Pensándolo bien cabía la posibilidad de que tal sonrisa estuviera señalando la presencia de un trabajo arcaico pues recordaba las sonrisas de las esculturas góticas. Siempre me intrigó. Habiendo pedido alguna fotografía de su apariencia sin ornamentos de tela, resultaba que en la sacristía de la iglesia no se les había ocurrido el hacerse con reproducción alguna, pero me dieron la oportunidad de asistir al cambio de la vestimenta de que es objeto la imagen coincidiendo con el comienzo de cada tiempo litúrgico. Presente como curioso el día señalado, me encontré con la amable disponibilidad de quienes fielmente adecuan la apariencia del santo a los colores litúrgicos cambiantes a lo largo del año. En el momento del cambio me ofrecieron la posibilidad de escudriñar la imagen totalmente desprovista de vestiduras, dalmática, alba y otra túnica. La comprobación fue tan sorprendente como amarga. Es una talla gótica de 1,80 metros que había sido brutalmente destrozada para acomodarle las vestiduras con que se le presenta actualmente.

Es satisfactorio poder llamar la atención sobre una joya pero al mismo tiempo es duro tener que reconocer que las modas mal entendidas, la desinformación y un pietismo deleznable ha sido capaz de hacer semejante barbaridad. Según investigación realizada por don Damián Iguacen en los libros de la parroquia, esta imagen debió ser vestida desde finales del siglo XVII coincidiendo con la moda de vestir imágenes que, entre otros perjuicios, destrozó numerosas tallas románicas de la Virgen. Para acomodar la imagen de san Lorenzo a lo que consideraron que era una presentación más moderna, le destrozaron su brazo derecho para que pudiera sostener una parrilla de plata, le rebajaron con la azuela la parte del vientre y su costado izquierdo, y, le segaron el hombro que sostiene el libro. Por detrás es trabajo nunca acabado como correspondía a imagen que solo iba a ser vista desde el frente. Todo indica que también le rebanaron algo de cabeza para acomodarle un bonete con el que todavía aparece en las fotografías antiguas. En algún momento la cabeza fue repintada sin pericia con resultados que hicieron que la sonrisa resulte más extraña. La apariencia de esta imagen icónica, aunque estemos acostumbrados a verla vestida, es tan exótica como de escaso valor plástico. Más después de saber el coste que tal apariencia supuso.
Con toda probabilidad, la talla es la que presidía el retablo mayor de la iglesia antigua que, probablemente, también presidió la iglesia que ha llegado a nosotros hasta que se instaló en ella el magnífico retablo que la preside. Por Francisco Andrés de Uztarroz en su libro escrito para defender que Huesca fue la ciudad en que nació el santo, sabemos que “El rei don Fernando el Catolico fue devotissimo de san Laurencio, como lo testifica el Retablo que oi tiene esta Iglesia, cuio prolixo, i suave colorido muestra ser de Pedro de Aponte, Pintor de su Alteza”. Esto fue publicado en 1638.
De acuerdo con el “lumen” de la iglesia (libro que recoge incidencias relacionadas con la administración del templo), la imagen central de este retablo era de bulto redondo, es decir talla esculpida, pues en la visita realizada por el obispo Berenguer de Bardají el 19 de abril de 1610, dejó escrito ”El altar mayor estaba situado a la parte de Oriente, frontero de la puerta principal de la iglesia, de pincel antiguo muy bueno; era retablo grande y dorado en sus partes, de la invocación de San Lorenzo, con la figura de dicho santo en medio, de todo bulto, con su tabernáculo para el Sacramento, y en el primer cuerpo del altar había diversas figuras pequeñas y doradas, de todo relieve, y el dicho altar tenía sus puertas de lienzo, con sus bastimentos de madera pintados al temple por ambas partes”
No hay contradicción de datos entre ambos testimonios. El obispo habla en tiempo pasado porque la iglesia antigua había sido demolida para construir el edificio llegado a nosotros. Esto lo decidieron en momento en que no había obispo porque el año 1607 se había muerto Diego de Monreal, el anterior obispo. Parece ser que al obispo Bardaji no le gustó la idea cuando llegó a Huesca, quizá porque, como recogió Aynsa no había dinero para construir otro edificio. A pesar de ello, este fue construido y es el llegado a nosotros. En cuanto fue levantada la cabecera de la nueva iglesia, antes de su terminación total, fue colocado el anterior retablo tal como lo había visto Aynsa en 1619. Estuvo colocado el retablo antiguo hasta 1648 en que fue sustituido por el actual.
Era retablo de tablas pintadas y escultura. A partir de entonces las tablas se desperdigaron. Arco Garay identificó algunas de las que se conservaban. Dos de ellas fueron a parar la colección de la viuda de Iturbe, Princesa de Hohenlohe. Son las que en 1979, fueron subastadas por Shoteby’s y afortunadamente recuperó el desaparecido Banco de Huesca. Actualmente están en las oficinas del BBVA de la calle Zaragoza. Otras dos están o estuvieron en la colección Boffill de Barcelona. Otras dos están en el Museo Diocesano de Huesca. El Padre Huesca dio noticias de otras dos que estuvieron en la iglesia de los Capuchinos, desaparecida, para pasar al Hospital de Nuestra Señora de la Esperanza, de Huesca. Serían las que actualmente están en el Museo Provincial. Son un “San Vicente” y una “Crucifixión”. Lo cierto es que son de cuatro maestros diferentes y prácticamente imposible relacionarlas con lo que se atribuye a Pedro del Ponte o Aponte. Pero esta es otra cuestión. Este retablo sería de poco antes el año 1500.

La talla que sostiene las vestiduras litúrgicas es de factura gótica. Además de la peculiar sonrisa conseguida con un ligero arqueamiento de los labios, ofrece una pose y silueta curvada que denuncia la forma de esculpir imágenes en tiempos del estilo gótico. La policromía conservada es de calidad como correspondía al retablo del que formaba parte.
Esta talla de San Lorenzo, en lo que de ella queda, tiene un parentesco muy cercano a la talla de la Virgen que preside el retablo de Bolea. Está documentado que la talla de este retablo fue esculpida por Gil de Brabante. Este escultor, por su patronímico indica que procedía de los Países Bajos. El estilo de sus trabajos recuerda lo que en escultura se hacía en el norte de Europa. Este escultor vivía y tenía su taller en Huesca donde trabajó con intensidad y dedicación. Consiguientemente, una conclusión no forzada es que la talla de nuestro interés fue hecha por este escultor. Las similitudes de ambas tallas lo denuncian.
Según información de don Damián, en su libro sobre la basílica, la talla de nuestro interés pasó al oratorio que en parte se conserva detrás de la capilla actual. Menos convincente es que la talla estuviera en la hornacina de la fachada, que es del siglo XVIII cuando ya estaba vestida la imagen. La duda viene corroborada por el buen estado actual de la policromía original. Aunque sucia, no parece haber estado a la intemperie, ni siquiera bajo una hornacina protectora.
La talla de nuestro interés fue mutilada en un 40% de su aspecto original pero merecería su recuperación. Incluso se debe intentar una reposición que no supusiera una impostura. No se trata de hacer un falso original que induzca a equívoco. Hoy existen criterios de restauración que permiten solucionar situaciones semejantes. Sin duda la talla conservada ofrece más información que permitirá concretar el resultado final. El libro que sostiene el santo incluso su enorme mano, son originales. Habría que reinventar la manga de la dalmática. También parece original la mano que sostiene la parrilla, acomodada para sostenerla (VER imagen adjunta)
Muy tardíamente fue representado San Lorenzo con una parrilla grande. Generalmente se le identificaba por una pequeña parrilla de las que podíamos llamar “costillera”, que desde tiempo inmemorial se usaron para asar las viandas. El san Lorenzo de la puerta de la Catedral la tiene pequeña. Hay otros ejemplos. En el guardapolvo, o contorno de enmarque del retablo de Bolea hay una imagen pequeña de San Lorenzo. En esta ocasión ha perdido la parrilla pero es una referencia útil para nuestra propuesta. La parrilla podía llevarla como se propone o, incluso, mostrarla a la altura de la cabeza. Hay referencias a pesar de su aspecto más extraño. En el Museo de Baltimore (USA), hay una imagen pintada de San Lorenzo que la lleva como exhibiendo una pala o raqueta. Figura como obra aragonesa. La decisión final tiene que darla el análisis minucioso de la mano que quizá permitirá deducir si la parrilla que llevaba estaba hacia arriba o hacia abajo.
En Aragón es escasa la talla en madera de finales del siglo XV. Es más numerosa la escultura gótica en piedra, sin ser numerosa. La portada de la Catedral de Huesca es una excepción en todo Aragón.
Aunque la imagen vestida del San Lorenzo de la iglesia de San Lorenzo tiene mucho de icono consolidado para los oscenses, de acuerdo con los gustos actuales es tan antiestético como la mayor parte de las imágenes vestidas. Sin duda merece la pena recuperar la imagen original. Si a pesar de todo hubiera insistencia en mantener la apariencia de la imagen tradicional, siempre se puede hacer una copia de la cabeza y ponerla sobre un bastidor como el que suele estar debajo de otras imágenes vestidas. Pocos oscenses sabían lo que había debajo de la dalmática de la imagen comentada.

Otra solución alternativa sería sustituir la imagen actual que es venerada en el templo por el busto de plata de San Lorenzo. Afortunadamente mucho mayor valor icónico tiene el busto de plata de San Lorenzo, de indudable valor artístico, sacado en la procesión. No solo no sería inoportuno sino un acierto que sustituyera a la imagen vestida en la misma hornacina del altar, eso sí, protegida por adecuado cristal de seguridad, pues la iglesia está permanentemente abierta y ese tipo de imágenes compuesta por diferentes piezas tientan a la sustracción.
Debe considerarse como una suerte que haya llegado a nosotros la talla gótica de San Lorenzo, aunque sea en el estado actual, y merecería darle otro papel y relevancia acorde con su categoría. Sería cuestión de estudio una nueva ubicación una vez recuperada. La talla de San Lorenzo oculta bajo vestimenta es una reliquia del desaparecido retablo, de muy buena factura, que además conlleva el dato histórico de haber sido un obsequio del rey Fernando el Católico a San Lorenzo, del que era devoto, y a la ciudad que presume de ser su cuna.


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